"La gente cree que soy una persona bastante extraña. Eso es incorrecto. Tengo el corazón de un niño pequeño. Está en un frasco de vidrio sobre mi escritorio" . Stephen King.

martes, 1 de septiembre de 2009

El coleccionista de recuerdos

No recordaba cuanto tiempo llevaba allí tendido. pero no pudo evitar una dolorosa carcajada al pensar que después de tantos años, sus amigos, por una vez, tenían razón. Pero seguramente pasasen semanas, o incluso meses, antes de que ellos fuesen conocedores de este hecho.
Llevaba años dedicándose al coleccionismo de recuerdos, o al menos esa era la descripción que a él le gustaba utilizar. Sus amigos en cambio, bromeaban diciendo que lo suyo era un claro síntoma del llamado síndrome de Diógenes en fase aguda y que algún día, le daría un buen susto.
Mientras la mayoría de la gente aprovechaba las vacaciones para irse a la playa, a la montaña o incluso a conocer nuevas ciudades, él dedicaba el tiempo libre a visitar rastrillos de pueblos remotos en busca de esa antigualla que nadie quería y a la que él, resucitaría del olvido.
Juguetes abandonados, descoloridos álbumes de cromos, viejos marcos de fotos, antiguos utensilios de hogar y toda clase de cachivaches oxidados a los que luego, pacientemente, devolvería todo su esplendor tras interminables horas de restauración.
La última quincena de agosto, la había dedicado a recorrer la comunidad de Castilla y León, Aprovechando la cercanía y a sabiendas de que todos los lunes se celebraba allí un importante mercadillo, decidió acercarse al Puente de Sanabria a ver si conseguía algún “pequeño tesoro”.
El camino de regreso lo hizo por carreteras secundarias, como era su costumbre. Estaba saliendo ya del pueblo de Trefacio cuando en lo alto de un monte, vio un viejo y apartado caserón, como siempre, no pudo, o más bien no quiso evitar desviarse para ver que ocultaba aquel inhóspito lugar.
El aspecto del caserón revelaba que llevaba décadas abandonado, incluso lo que en su día había sido una robusta y maciza puerta de madera, se hallaba ahora inservible debido al abandono y a la podredumbre.
Tras inspeccionar minuciosamente las plantas inferiores, se animó a subir a la planta más alta, quería aprovechar los escasos minutos de luz que aun faltaban hasta que la noche hiciese imposible continuar la exploración.
Casi había terminado cuando en el rincón de una pequeña habitación, vio una vieja moto de hojalata, a pesar de la distancia y la oscuridad, observó que el estado de conservación era bastante bueno para los años que debía de tener. Con paso decidido se acercó, cuando la tuvo en sus manos, su rostro se iluminó al comprobar que estaba mucho mejor conservada de lo que le había parecido en un primer momento.
De pronto un sordo crujido. Instintivamente intento saltar hacía un lado, pero el impulso solo ayudo a que la madera del suelo se quebrase por completo y su cuerpo, cayese violentamente hacía el piso inferior.
Ahora sabía que tenía que haber soltado la moto y haberse preocupado más por la caída, pero por testarudez, casi siempre hacía lo contrario a lo que a priori parecería ser lo más sensato.
El golpe contra un viejo y polvoriento aparador le había provocado alguna fractura grave. No tenía conocimientos de medicina, pero el chasquido de su espalda y la absoluta incapacidad de mover un solo musculo de su cuerpo no eran buena señal.
Apenas habían pasado unos minutos cuando salieron a su encuentro. En un primer momento mostraron cautela y se mantuvieron a una prudente distancia. Ahora, campaban a sus anchas.
Solo podía mirar hacia su derecha, hacia donde había quedado girada su cabeza tras la caída. Desde ese ángulo, la moto de hojalata parecía mucho más grande de lo que realmente era. Él se imaginó levantándose, se imaginó que era el motorista de hojalata sobre la vieja moto de juguete, se imaginó que montado sobre ella, se alejaba de aquel lugar y volvía a casa para mostrar en su blog, las últimas fotos hechas con su cámara polaroid, las fotos de su último gran descubrimiento, una preciosa moto de hojalata de los años 50.
Cientos de pequeñas incisiones, como pequeñas puñaladas por toda su cabeza le comenzaban a provocar un dolor insoportable. La vieja moto de hojalata fue su última visión, ahora, centenares de sucias y viejas ratas roían y despedazaban sus aterrorizados ojos.

Título: El coleccionista de recuerdos
Género: Ficción
Autor: El Susurrador
Imagen: El Susurrador - Carretera entre el Puente de Sanabria y Trefacio
(Moto de hojalata - Internet, retocada por El Susurrador)

8 comentarios:

Sammael dijo...

buen relato.
un abrazo.

Fiebre dijo...

Por lo menos murió con una bonita visión.
Porque mira que es chula la moto de marras, oye.

Deprisa dijo...

La curiosidad mató al gato, aunque este caso fuera disfrazado de coleccionista de recuerdos.

¿Quién ve una casa abandonada y se mete? Yo desde luego, después de leer a Stephen King me mantengo alejado de todo lugar extraño jejeje.

Un saludo, me gustó el relato.

Urko dijo...

Gracias por haberte hecho seguidor de Volviendo a lo de ayer, Susurrador. Yo, como puedes ver, hago lo mismo con tu blog.

Un saludo y buen texto el que has escrito.

El Susurrador dijo...

R- Sammael

El coleccionista de recuerdos nació en una casita de Trapacio, la foto del post la realicé para ilustrarlo, pues ya estaba germinando en mi mente desde el día en que llegué a Sanabria y vi una vieja casa abandonada. Mis relatos están casi siempre basados en sueños, pesadillas, vivencias e incluso vivencias en vidas anteriores (creo)
Un abrazo amigo Sammael.

El Susurrador dijo...

R- Fiebre

Como le comentaba a Sammael, mis relatos salen como salen. en el Puente de Sanabria (provincia de Zamora, por cierto) celebran todos los lunes un mercadillo, pero en las inmediaciones hay varias tiendas antiguas donde puedes encontrar cosas sorprendentes.
En este caso, la moto forma parte de la ficción.
Un beso.

El Susurrador dijo...

R- Deprisa
Bueno, bueno, yo he leído bastante a Stephen King y eso de no meterte a indagar, no se yo.
El caso es que la casa en cuestión estaba en un lugar solitario, en una carretera que no sé bien a donde iba, y por la que apenas pasaban vehículos, con lo cual la cosa se quedo sólo en eso, en una idea para un post.
Un abrazo deprisa.

El Susurrador dijo...

R- Urko

Me da que tú si te aventurarías a visitar esta casa, sobre todo sabiendo que en su interior escondía antiguos juguetes de hojalata. O a lo mejor me equivoco, pero no creo.
Gracias a ti también por hacerte seguidor, lo cual nos garantiza que estaremos en contacto.
Un abrazo.