"La gente cree que soy una persona bastante extraña. Eso es incorrecto. Tengo el corazón de un niño pequeño. Está en un frasco de vidrio sobre mi escritorio" . Stephen King.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Volviendo a casa

Ese día no le había deparado mejores expectativas que el día anterior. Tampoco es que se sintiese defraudado, en el fondo, era lo que suponía que iba a suceder. Finalmente la crisis estaba pasando factura incluso en un mes tan propicio para la hostelería como el mes de agosto.
Este año había tenido que recortar el número de contratos, y eso tenía dos consecuencias directas. Por un lado, el no poder dar un trabajo de verano a sus amigos que tanto lo necesitaban. Y por otro, lo obligaba a él a hacer turnos dobles, incluso triples. Algunos días, cuando salía del pub, no recordaba bien que día era, incluso debía consultar su reloj para saber en qué hora del día o la noche se encontraba en ese momento.
Caminaba más despacio de lo que en él era habitual, estaba realmente agotado, necesitaba una buena cura de sueño que lo resarciese de todo aquel esfuerzo, pero todavía tenía por delante al menos, 15 días más de duro trabajo.
Cuando acabase el verano, tenía que plantearse en serio coger unas vacaciones, no es que el negocio diese para muchas alegrías, pero tanto él como su novia las necesitaban, además ella se lo había hecho prometer.
Embarazada de cinco meses, conocía perfectamente la situación de su novio, por eso jamás se quejaba. Sabía que su pub en la zona Tir de Vilagarcía, necesitaba del sobreesfuerzo del verano para poder sobrevivir a la importante bajada de clientes, que sufrían durante el largo invierno.
Miró de nuevo la hora, su reloj marcaba las seis y treinta y siete minutos de la madrugada, acababa de cruzar el parque Miguel Hernández para dirigirse a su casa. Allí, ella lo estaría esperando como siempre, y aunque sólo fuesen unas horas de descanso, para él era lo más reconfortante que podía desear en ese momento.
Estaba terminando de cruzar el paso de peatones de la Avenida de la Marina cuando por el rabillo de su ojo vio un rápido destello. Un chirrido en el asfalto. Un golpe seco.
Se levantó a unos veinte metros de distancia del paso de peatones, había sido un milagro, no le había pasado nada. Se puso en pie y se miró de nuevo los brazos y las piernas, nada, ni un rasguño. Fue caminando hacia el vehículo que se hallaba detenido a media distancia entre él, y el paso de peatones.
A medida que caminaba, pensaba en la alegría que llevaría su novia al enterarse de que había salido indemne del accidente. Lo que le faltaba, era tener que cogerse una baja precisamente ahora, en la cúspide de la época estival.
Y lo bien que se sentía, ya no es que no le hubiese pasado nada, sino que incluso la subida de adrenalina le había borrado toda sensación de dolor o cansancio.
Vio como un grupo de jóvenes se acercaban a curiosear cerca del coche accidentado, podía escuchar los murmullos de varios de ellos. A medida que se acercaba fue viendo el coche con más claridad, era un vehículo de gama media, de color oscuro y pudo ver al conductor, lo reconoció de inmediato, era un joven del lugar, cliente habitual, al que se había negado a seguir sirviendo hacía al menos un par de horas. No soportaba que la gente bebiese sin control y él, se esforzaba cada noche para hacérselo entender a sus clientes.
El conductor estaba con la mirada perdida, no era de extrañar tras lo sucedido, pero el coche tenía, tenía algo extraño, en su parabrisas, en lo que quedaba de su parabrisas había una persona incrustada hasta la cintura dentro del vehículo.
Su mente se disparo como un arma de fuego. Reconoció el pantalón, reconoció la zapatilla deportiva que ahora mismo tenía ante sus pies descalzos, reconoció el color de la chaqueta que se vislumbraba a través del cristal roto. Reconoció que jamás podría cogerse esas vacaciones, que jamás… conocería a su hija. Reconoció un dolor tan intenso que no le dejaba sentir nada más, ni ver, ni respirar. Reconoció que su vida había terminado en ese momento, en ese lugar.
Reconoció, a pesar de intentar usar todas sus fuerzas para negarse a ello, que se había convertido en la víctima mortal de otro atropello sin sentido.
Una lágrima resbaló por su mejilla hasta la comisura de sus labios, pero él no se dio cuenta, ya no podía sentir su tacto húmedo, ni tampoco su salado y amargo sabor.

Título: Volviendo a casa \ Género: Ficción \ Autor: El Susurrador \ Imagen: El Susurrador - Avenida de la Marina - Vilagarcía de Arousa

4 comentarios:

Sammael dijo...

:D

Cosechadel66.es dijo...

Te está saliendo bien la aventura, sigue asi.

Carpe Diem

El Susurrador dijo...

R- Sammael

%D

El Susurrador dijo...

R- Cosechadel66.es

No sé, no sé, pero me iré fiando de vuestros comentarios.

Un abrazo.