"La gente cree que soy una persona bastante extraña. Eso es incorrecto. Tengo el corazón de un niño pequeño. Está en un frasco de vidrio sobre mi escritorio" . Stephen King.

viernes, 21 de agosto de 2009

El Faro de las Lunas

La fotografía era su pasión, bien es cierto que su trabajo como agente de la Guardia Civil apenas le dejaba tiempo libre, pero siempre que podía, cogía la Pentax y salía a explorar nuevos lugares para inmortalizar con su cámara.
Ese domingo, fue el único del mes de agosto que le tocaba libre y la previsión de buen tiempo, le ilusionó como casi siempre conseguía hacerlo. Abandonó la casa cuartel de madrugada, un par de horas antes de que saliese el sol, quería estar allí en el momento en que este asomase por el horizonte, quería conseguir unas instantáneas con la luz y el color cobre que sólo los rayos del alba o del ocaso te permiten hacer.
Encendió su vehículo y se puso en marcha, en la radio sonaba Sympathy for the Devil de los Rolling Stones, joder, todo le estaba saliendo a pedir de boca.
Subió con el Suzuki hasta donde las pistas forestales se lo permitieron, luego tuvo que hacer el resto del camino a pié, hasta el claro donde se hallaba el Faro de las lunas.
La obra escultórica estaba realizada en un metal pulido que en los días de sol, hacía que sus destellos se pudiesen ver a muchos kilómetros de distancia.
Aprovechó los minutos que faltaban para el despunte de los primeros rayos y subió a la parte alta del mirador, desde allí pudo contemplar buena parte de la ría de Arousa. Podía ver con suma claridad las luces que iluminaban Villanueva, la Isla de Arousa e incluso Cambados. Se apreciaban ondulantes y repetitivos destellos en el mar, destellos provocados por las luces del Barbanza, e incluso siendo domingo, se podían contemplar las siluetas de algunos pequeños barcos que se dirigían a dar inicio a una ociosa jornada de pesca cerca de las bateas más próximas.
Decidió bajar de nuevo, se dirigió con paso firme a la zona que días antes había elegido. Montó el trípode, aseguró la cámara, comprobó una vez más la velocidad, el diafragma, el enfoque, y se dispuso a tomar las primeras fotografías.
Se arrimó con sumo cuidado de no tocar la cámara y visualizó a través del visor la composición de la imagen, solo quedaba apretar el botón del cable para que la cámara, de manera automática, iniciase una sesión de disparos con un corto intervalo 10 segundos entre ellos. El joven agente, pulsó el disparador.
Continuó un buen rato en esa postura, sin apartar su ojo del visor, cuando de pronto, una mancha oscura cruzó por delante, levantó la cabeza de golpe pero allí no había nada, nada ni nadie por supuesto, que rayos había sido eso. Volvió a acercarse a la cámara, pensando que seguramente un ave había pasado por delante del objetivo mientras él observaba a través del visor. Volvió a mirar y tras tres o cuatro disparos, ¡joder, otra vez!, de nuevo esa maldita sombra, pero qué coño estaba pasando.
Se acercó a la escalera que ascendía a lo alto del mirador, maldiciendo porque ahora tendría que anular todas esas fotos en las que él saldría como un modelo inoportuno e involuntario.
Cuando llegó no lo vio, pero intuyó que a su lado había algo. Se giró y ahora la sombra estaba ahí. Era como una nube de polvo, de poco más de dos metros de altura, etérea, irracional, inmóvil y a la vez, desafiante.
Alargó su mano para tocarla, la sombra se replegó en el punto exacto donde debería tener lugar el contacto. Ante una situación así, cualquiera persona entraría en un estado de shock provocado por el miedo, pero él era un agente de la Guardia Civil, era una persona que no se asustaba fácilmente.

- ¿Pero qué demonios…?
- ¿Demonios? ¿Quién ha hablado de Demonios?
Sabía perfectamente que nadie había contestado, al menos nadie lo había hecho por medio de un sonido audible, sin embargo, la frase había llegado a su cabeza de manera alta y clara.
- ¿Entonces qué eres? – preguntó el agente.
- Yo soy yo ¿y tú, que eres tú? - No supo qué contestar, o sencillamente no quiso.
- ¿Qué quieres?
- ¿Qué haces? – Contestó de nuevo la sombra con otra pregunta.
- Fotografías, pero dudo que sepas lo que es eso.
- Dudas demasiado. Yo también soy parte de las fotografías, también de tus fotografías, soy parte del todo… y del nada.
- ¿Cómo? No te entiendo.
- Yo soy la sombra, soy la oscuridad, soy la parte oscura del negativo que desaparece cuando se convierte en positivo.
- ¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí?
- ¿Qué mejor momento? ¿Qué mejor lugar? estamos ante un tributo a la luz, y yo soy su negativo.
- Pero la sombra no existe sin la luz, dependes de ella.
- Sin mí, la luz tampoco existiría, nadie la conocería, nadie la idolatraría.
La sombra fue diluyéndose hasta desaparecer bajo el suelo, poco a poco emergió de nuevo bajo los pies del joven agente, como si de un truco de magia se tratase, lo fue elevando con ella en su ascensión
- ¿Qué haces?
- Mostrarte mi poder.
- ¿Para qué?
- Para que puedas llegar a entender mi debilidad.
- ¿No entiendo el por qué?
- Porque crees en la luz y reniegas de la oscuridad. Porque quiero que compruebes por ti mismo la maldad de esa luz que todos alabáis. Porque quiero compartir contigo mi poder para que así, conozcas mi debilidad y puedas comprender mi sufrimiento.

El agente se hallaba suspendido en el aire a más de cuatro metros de altura, en la parte alta del mirador. En ese instante, el sol iluminó la luna más cercana, el reflejo salió proyectado hacia la parte central de la sombra. Instantáneamente la sombra desapareció, el agente creyó escuchar un gemido ahogado mientras se precipitaba al vacío, su cabeza, se estrelló contra la fría piedra de la base del mirador.
Cuando sus compañeros de la Benemérita revisaron las fotos, sólo pudieron ver repetidas imágenes fijas del mirador, luego, como su compañero aparecía al pie de las escaleras, en otra foto aparecía con una mano tendida hacia su izquierda, y luego, el momento preciso en que caía desde lo alto del mirador.
En las fotos no había nada más. Solo vacios de 10 segundos.
Nadie en la casa cuartel de Vilagarcía podía comprender como el joven cabo había podido llegar a ese estado sin que se diesen cuenta, ni mucho menos, porque había hecho aquellas macabras fotos que recogían su propio suicidio.

En la Catedral de Santiago de Compostela, el peregrino se adentró hasta el fondo de una de las capillas, quería fotografiar las impresionantes vidrieras que iluminaban el interior de la catedral, de pronto una mancha oscura cruzó por delante del objetivo.
- ¿Pero qué demonios…?
- ¿Demonios? ¿Quién ha hablado de Demonios?

Título: El Faro de las Lunas
Género: Ficción
Autor: El Susurrador
Imagen: El Susurrador
Mirador del Faro de las Lunas - Vilanova de Arousa

4 comentarios:

Fiebre dijo...

Que dé gracias que quedó todo reflejado fehaciéntemente, si no... encima le colocan un correctivo al joven agente en menos que canta un gallo.

Claro que...que qué se yo que yo que sé. Sólo hablo desde la perspectiva de pensar que un compañero siga SOLO disfrutando de un domingo al mes.

En fin. Sigo leyéndote esta noche tranquila de agosto. Gracias a dios y la oficina, mañana libro y te voy a disfrutar.

Un beso.

Deprisa dijo...

Buena idea la de una sombra asesina. Un monstruo recurrente que vaya persiguiendo a quienes buscan la luz. El dialo entre el guardia civil y la sombra es inquietante :s

Sammael dijo...

Espero publicar esta semana el siguiente capítulo de desesperación, no desesperes.
un abrazo.

El Susurrador dijo...

R- Fiebre

La verdad es que sí. Si algún miembro del cuerpo lee este relato igual se mosquea conmigo por reducirle tan drasticamente los descansos.